lunes, 18 de octubre de 2010

Jörg Mager. El genio huraño (II).

Primeros instrumentos electrónicos


Jorg Mager, Kurbelspharophon, Microtonalidad
Jörg Mager interpretando el kurbelsphärophon (1923).
Tras la Primera Guerra Mundial, Jörg Mager se estableció en Berlín. En un principio, para poder subsistir económicamente, aceptó trabajos poco cualificados hasta que pudo entrar a trabajar en una fábrica de componentes radiofónicos, entre los que se encontraban tubos de vacío, emisores o receptores entre el más diverso instrumental. Mientras desarrollaba su trabajo en dicha factoría comenzó a interesarse en las posibilidades de la electricidad como futuro campo para llevar a buen término su teoría de crear instrumentos microtonales. Esa firma de componentes radiofónicos era Lorenz A.G., con cuyo soporte técnico y material Mager construyó su primer instrumento microtonal realmente electrónico, el electrophon de 1921.

El electrophon era un instrumento monofónico, que al igual que el theremin, y los posteriores ondes Martenot y trautonium, su principio sonoro estaba basado en el del heterodino. Este es un método según el cual se combinan dos frecuencias dentro del espectro de radiofrecuencias (no perceptibles por el oído humano), para producir una tercera frecuencia que es igual a la diferencia entre las dos frecuencias precedentes y que sí se encuentra dentro del espectro audible por el ser humano (entre 20 Hz - 20.000 Hz). 

En el caso del electrophon se utilizaban dos osciladores de radiofrecuencia en el rango de 50 Khz. A diferencia de otros instrumentos posteriores que incorporaron el teclado como elemento controlador, en el electrophon sus notas eran disparadas mediante el giro de una manivela metálica conectada al oscilador variable que regulaba la longitud de onda del sonido, creando un efecto de ‘glissando’. Bajo la manivela, se encontraba una placa semicircular donde estaban marcados los intervalos de las notas de la escala cromática. Los cambios en la textura tonal se lograban por medio de lo que se denominaba cadenas de filtros.

El compositor microtonalista checo Alois Hába, escribió con gran entusiasmo que el instrumento representaba “una nueva época en el desarrollo, no sólo en la construcción de instrumentos, sino también en la música en general”. 

Pero Mager, impulsado por su afán de perfeccionismo, encontró pronto carencias en el instrumento, especialmente el inevitable ‘glissando’ que se producía entre la ejecución de dos notas -el impedimento más característico en el theremin, por ejemplo-, que en el caso del electrophon tenía lugar cuando la manivela se movía sobre los incrementos cromáticos, es decir, cuando pasaba de una nota a otra. Mager solucionó el problema añadiendo una segunda manivela que permitía seleccionar una nota de modo silencioso mientras la otra estaba siendo interpretada. 


Estas nuevas implementaciones desembocaron en el kurbelsphärophon, que era básicamente un electrophon con la adición de filtros para mejorar las cualidades tímbricas, el añadido de la segunda manivela para controlar el ‘glissando’ y dos pedales para controlar el volumen. La finalización de este instrumento tuvo lugar en 1923, pero no fue presentado hasta tres años después en una versión mejorada.

El compositor Alois Hába tocando en un harmonium de sextos de tono.
Durante esos tres años, Mager continuó redefiniendo sus tesis al respecto de la microtonalidad, y los principios de la radiofonía aplicada a los instrumentos electrónicos. Entró en contacto con otros músicos que estaban experimentando con los cuartos de tono como el compositor checo Alois Hába, anteriormente mencionado, y el ruso Ivan Wischnegradsky, a los que conoció durante estancias que estos pasaron en Alemania durante los años 1922 y 1923. 

En 1924, Jörg Mager publicó los ensayos Eine neue Epoche der Musik durch Radio (“Una nueva época de música gracias a la radio”), y Eine Rundfunkprophezeihung (“Una profecía radiofónica”). En este punto, cabe mencionar que a principios de los años 20 nos encontramos con la fiebre de la radiofonía a nivel popular, un fenómeno similar al que tuvo lugar a mediados de los años 50 con la popularización de la televisión. 

Cuando Mager presentó sus tesis sobre el futuro de la producción musical en la radio, no encontró el apoyo necesario, dado que en su tiempo se veía como una utopía la generación musical por medio de instrumentos electrónicos. Las compañías de radio de la época estaban volcadas en la transmisión de música por la radio y en llegar al mayor número de hogares, pero no mostraron interés alguno por la generación de la misma. 

Como el propio Mager escribió con amargura en el primero de sus panfletos “las firmas de radiofonía se han movilizado con más energía por la transmisión de una música radiofónica pero apenas han mostrado ningún interés por el problema más importante: la producción de música”. En ese mismo tratado avanzó que “con los medios técnicos de la radio, algo mucho más poderoso se puede alcanzar, a saber, poner a disposición de la música la totalidad de los tonos adicionales de los que depende el timbre. Con su totalidad se creará un nuevo mundo de sonidos que puede ensombrecer a todos aquellos que han sido conseguidos hasta la actualidad”. Él habla por tanto de “la explosión del sistema de semitonos”. 

En su otro tratado de 1924, “Una profecía radiofónica”, afirma que “la música del futuro será ejecutada en gran parte por los instrumentos radiofónicos: no solamente en el sentido como se transmiten, sino especialmente por la producción de sonidos musicales directamente por medio de instrumentos catódicos”.

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